Muerte por palabras (relato corto)
Raúl
Domínguez se detuvo a la entrada
de aquél callejón sin salida y sin iluminación.
Había escogido
bien ese barrio para concertar la cita. Un café recoleto y algunas tiendas que hacía un rato ya
que habían echado el cierre.
Ese anochecer de
invierno frío y lluvioso no invitaba a salir de casa.
Él lo había
hecho. También esa mujer. ¿Cómo había dicho que se llamaba …?.
Los dos sentados
en ese cafetín diciéndose boberías.
-
Sobre todo ella – se dijo para si – Pero claro sólo las más tontas acuden.
-
Se creería que me iba a impresionar con ese vestido de
floripondios y esa colonia.
Sintió frío
y levantó las solapas del abrigo.
De un bolsillo de este sobresalía un periódico enrollado. Encendió un pitillo
con una cerilla.
Dio un par de
caladas expirando el humo que se confundía con su propio vaho.
Se quedó pensativo, fumando bajo el alero del
edificio y conversando consigo mismo
No había tenido
una buena semana. Bueno, ni un buen mes. Ni un buen año. ¡Qué carajo! Toda su
vida era un asco, con el cabrón de su jefe siempre detrás de él :
Domínguez esto.
Domínguez lo otro. Domínguez es usted un inútil. Si por mi fuera …
Menos mal que,
de vez en cuando alguna estúpida cateta me alivia la frustración
Como esta … ¿Paquita? ¿Juanita … Es igual.
Pero seguro que terminaba en –ita. Todos los nombres de estas desgraciadas
acaban en –ita.
Se metió la mano por debajo del abrigo.
En el ojal de la chaqueta aún llevaba prendido ese clavel rojo. Lo besó y tiró al callejón. Empezó a andar perdiéndose calle arriba.
Al poco
alcanzaron el callejón una pareja de novios que andaban muy juntos bajo un
único paraguas. Se detuvieron y besaron
apasionadamente ocultos tras el paraguas.
Una racha de
viento lo lanzó al fondo del
callejón. Fue la chica quien corrió a por el
Un chillido
agudo se escuchó incluso por encima del murmullo de la lluvia. Los ojos de la
muchacha, muy abiertos por el espanto descubrieron a aquella mujer tirada en el
frío suelo. En su cuello un gran tajo del que brotaba una sangre oscura que
teñía su vestido estampado con grandes flores. A sus pies un clavel rojo y a un
lado un periódico abierto por la sección de anuncios por palabras. En el
apartado de relaciones y señalado por un círculo hecho con lápiz de labios se
leía:
“Caballero maduro viudo, de posibles, desea conocer mujer respetable. Fines serios”
® Tito del Muro, octubre 2013
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